Las muelas del juicio son los terceros y últimos molares de la dentición permanente. Se llaman de forma coloquial «muelas del juicio» o “cordales” porque según el calendario de erupción establecido suelen erupcionar alrededor de los dieciocho años, edad en la que una persona ya tiene “juicio” o “cordura”. De hecho, en latín se denominan dens sapientiae (diente de la sabiduría).
Durante mucho tiempo se ha barajado la hipótesis de que con el paso de las generaciones, se estaba modificando el número de dientes, con lo que el tercer molar estaba tendiendo a desaparecer, por involución.
Pero según los últimos estudios de antropología forense, son muy pocas las características de la dentición humana que nos hacen diferentes a los demás primates hominoideos, ya que poseemos la misma cantidad de órganos dentales. La fórmula es (2123), 2 incisivos, 1 canino, 2 premolares y 3 molares.
En los casos de agenesia (ausencia desde el nacimiento de una o varias piezas dentarias), la diferencia está relacionada con el gen PAX9, así que dependerá del linaje genético el presentar los 4, o 3 o 2 o 1 o ningún tercer molar en el maxilar o en la mandíbula.
En ocasiones, los molares están dentro del tejido óseo y no se ven en la boca porque no erupcionan. Las principales causas de que no puedan erupcionar son la falta de espacio en la arcada dentaria, inclinación o posición desfavorable, presencia de quistes o de tumores de los maxilares.
Cuando los terceros molares no erupcionan de forma correcta, pueden ocasionar a medio o largo plazo infecciones de repetición, inflamaciones, reabsorción de la raíz del segundo molar, caries, quistes odontogénicos entre otros.
Ante la duda de la existencia o no en el hueso de las muelas del juicio y para el adecuado diagnóstico de su posición, es necesario acudir al odontólogo para poder realizar una radiografía y así poder prevenir a tiempo posibles consecuencias.
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